jueves, 6 de agosto de 2015

LA ENSEÑANZA DE UN VAGABUNDO


Hace unas seis semanas atrás empecé a trotar sobre la pista de atletismo, un deporte que tomé más por imposición que por gusto cuando estudiaba el bachillerato; pero la práctica me llevó a amarlo, decidí retomarlo para reactivar mi condición física, pensé que sería algo sencillo y que podría hacerlo tan bien como cuando tenía dieciocho años; pero no ha sido así; desde que comencé a hacer deporte al aire libre he tenido algunas experiencias inesperadas; hace un par de semanas, era un día nublado y se sentía algo de frío, y a diferencia de otros días, era la única haciendo ejercicio en el parque.



Después de dar ya varias vueltas a la pista y a punto de hacer cambios de rutina de ejercicios; apareció de la nada un vagabundo y se sentó en una banca de concreto del parque, no me di cuenta de que me observaba hasta que comenzó a animarme con aplausos, imaginé que se había dado cuenta del esfuerzo considerable que estaba haciendo para aguantar un poco más y que era una forma de animarme; o que quizás me pediría algunas monedas pues mientras más pasaba el tiempo, con más emoción y alegría me animaba a seguir; yo le agradecía de buena gana la compañía que me daba con una sonrisa; él además de sonrisas, me regalaba ánimos aún si después pensaba en pedirme algo; las sonrisas son regaladas por muy pocos y estamos acostumbrados a darlas solo a quienes conocemos o a veces ni a quienes conocemos y solemos no ser tan amables con los demás por la insatisfacción o amargura de nuestras vidas.

No nos quita nada el devolver una sonrisa a quien no las regala aunque no lo conozcamos y mucho menos tratándose de alguien que nos alegra el día, es la mejor forma de agradecer a alguien que se regala con los demás y que hace brillar nuestro día. Después de todo era un vagabundo y no tenía nada que perder. “A veces quienes más nos dan son aquéllos que menos tienen”. 

Yo reflexionaba todo esto mientras hacía esfuerzos considerables por aguantar un poco más el paso sobre la pista, mientras mi nuevo amigo me señalaba con los dedos cuántas eran las vueltas que creía que yo podía aguantar, y con muchos ánimos y emoción me señalaba con sus tres dedos, después me señalaba dos y luego uno y de repente me dijo: “Esta y ya”, “Aquí termina”; y así lo hice, como si de programación se tratara, lo cual me sorprendió. Después de tomar mucho aire y buscar mi bolsa para darle algo a mi nuevo entrenador; ya estaba caminando a la salida del parque y observé algo que me dio la respuesta de la emoción y entusiasmo que vi en su rostro al verme correr.

Caminaba con mucha dificultad, no usaba bastón o algo con qué apoyarse y parecía tener mucho dolor; hice intentos por alcanzarlo y agradecerle con una manzana y una moneda pero no me escuchaba y ya caminaba muy lejos; pero después creí que no sería suficiente lo que yo le ofrecería con la enseñanza que me dio esa mañana…

Me sentía muy frustrada por no tener la misma condición física  que en mi adolescencia, correr más lento y sentirme cansada fácilmente, asumí que me costaría mucho trabajo lograr hacer algo que antes podía hacer sin esfuerzo y con éxito hace muchos años atrás y que difícilmente podría lograr ahora.

Pensamientos negativos corrían por mi mente a una velocidad más rápida de la que yo tenía; pero se pararon de repente cuando alguien más valoró lo que yo podía hacer y que seguramente hubiera dado mucho por hacer lo que estaba haciendo sin tener los mismos sentimientos de frustración que yo tenía.

Volví a mi realidad y agradecí mucho a Dios el estar completa y con salud para poder seguir corriendo y quizás no como yo quería pero podía hacerlo. “Un gran error es arruinar el presente recordando el pasado del que esperamos un futuro con ansiedad”. Twittear

Me sentí muy pequeña al haber estado pensando de esa manera y que alguien con acciones sencillas me situaran  en el presente, una realidad en la que muy pocos sabemos vivir.

Cuántos de nosotros vivimos en el pasado, en lo que hacíamos y teníamos y en el futuro en la ansiedad de si lo podremos hacer o tener. Las mejores enseñanzas se reciben de quienes menos lo esperamos”, fue la gran enseñanza que me regaló un vagabundo.

“Estar en el pasado inexistente es vivir en depresión, estar en el futuro ilusorio es vivir en ansiedad pero estar en el presente es vivir en felicidad”. Twittear 

Has tenido alguna experiencia que te dejó una gran enseñanza?...

Ten un bendecido y maravilloso Jueves ;)

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